Sobre la corrupción y la desidia (Artículo de Camilo José Cela)


 

La época no es la mejor para sembrar arbolitos, bien lo sabe Dios, pero cuidándolos un poco a lo mejor prenden, los vegetales son  muy agradecidos, casi tan agradecidos como los animales, y en el campo se ven gozosos contrasentidos saludables y punto menos que mágicos.

-¿Es cierto que en Fontanar, ahí al lado, le brotó una pierna nueva a un pastor a quien había despiernado el tren?

-No, no es cierto, hubiera sido muy hermoso, eso sí, pero no es cierto; el pastor, que se llama Melchor Cantero Palomar, alias Manolete, y es amigo mío, buen amigo mío, sigue con su resignación, su pata de palo y su bamboleo.

Doña Fesolina, la tía del joven novelista Abdón, ponía cara de estar atendiendo cuando don Salustio Ezcaray Domingo, el boticario consorte, le decía a don Inocente Corredor Carmona, brigada de la guardia civil:

-Don Camilo el del premio cree que el pueblo español está cien codos por encima de sus gobernantes y además es más decente, lo dijo hace ya mucho tiempo y se lo repite a todo  el que saca la conversación y se lo quiere oír. Los franceses desvalijaron Versalles cuando fue de la Revolución del 1792 y los españoles, en cambio, no se llevaron ni una sola silla del Palacio Real cuando fue de la Guerra Civil del 1936; yo no lo digo por nada, pero las cosas son tal como usted las oye, los españoles tenemos mala fama y peor prensa pero la culpa es nuestra y no de nadie. El pueblo español es el mejor del mundo, bueno, uno de los mejores, y los gobernantes españoles, en cambio, son los peores del mundo, bueno, tampoco, unos de los peores. La administración, en España, o sea el gobierno, suele ir detrás y a remolque de la sociedad, o sea del pueblo, y eso es malo para la marcha del país porque la gente no recibe buen ejemplo. Yo no quiero decir que la administración navegue a gusto por las encalmadas y venenosas aguas de la corrupción y la desidia, no es eso lo que pienso, pero si digo que quizás no esté lo bastante vacunada contra esas lacras o taras, mejor taras. Las buenas intenciones encallan en los bajíos de la poltronería, ese vicio que se cría en las poltronas y de ahí su nombre, y para llevarlas a puerto, aludo a las buenas intenciones, hay que ventilarlas cada mañana sin dejar ni una.

Doña Fesolina, la tía del joven novelista, no salía de su asombro con lo que oían sus oídos; mientras tanto, don Inocente le encendió el pitillo que se le había apagado a don Salustio y este siguió en el uso de la palabra.

-A lo mejor, lo que pasa es que los gobernantes son unos perturbados a los que desbordan los acontecimientos, para ser político habría que demostrar dos cosas: que se puede vivir de algo que no sea el presupuesto y que se tiene un sistema nervioso a prueba de bomba; la corrupción y la desidia se mecen en las dos hamacas del desequilibrio psíquico y de la prisa por llegar a lo que jamás puede ser un fin, y eso es malo para todos.

 

 

                                                        Recogido en El camaleón soltero, Madrid: Grupo Libro 88, 1992

 

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Es un lujo poder tener como colaborador de tu blog a quien te apetezca, lo quiera él o no. Y yo, para cerrar este ciclo de entradas políticas que se ha alargado mas de lo que es sano para mi mente, he podido contar con un Premio Nobel.

Algunos, muchos, cuando les hablas de Cela, se quedan en la anécdota de los tacos y las absorciones de agua por vía rectal, pero Don Camilo nació con la pretensión de llegar a premio Nobel de literatura y a fe que lo consiguió por méritos propios.

Otro Cela también existe.

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